En 1570, el propietario del Sancy, Nicolás de Harlay, compró la piedra preciosa para agregarla a su colección de piedras preciosas. De Harlay estimó claramente su valor porque decidió no vender el diamante. Prestó el diamante a la corte francesa donde la pomposidad siempre estuvo de moda. Hasta 1596, el Sancy formó parte de la colección de joyas de la Corte francesa, aunque como un objeto prestado.

De Harlay no quería vender el diamante, pero se vio obligado a tomar medidas en 1596 para salvar su situación financiera. Decidió vender el diamante, pero no a la corte francesa. Jaime I de Inglaterra hizo la oferta ganadora y el diamante permanecería fuera de Francia durante casi un siglo.

Jaime II perdió la batalla de Boyne en 1690, huyó a Francia y vendió el diamante a Luis XIV, el Rey Sol. El Sancy permaneció en la corte francesa, pero las cosas salieron mal durante los disturbios de la Revolución Francesa. Varios diamantes raros fueron robados, incluidos el Sancy y el Diamante Hope.